Sociedad
Domingo 2 de mayo de 1982, 16:01, dos torpedos lanzados por el submarino nuclear HMS Conqueror impactan sobre el crucero ARA General Belgrano y provocan su hundimiento en 60 minutos. Este breve escrito pretende desarrollar, muy sucintamente, las acciones en las que intervino el Belgrano durante el conflicto bélico y la operación llevada a cabo para el rescate de los náufragos luego de conocerse su hundimiento.
2 de mayo de 2023
"Quiero resaltar el comportamiento del buque al esperar que lo abandonáramos, antes de hundirse, y hacerlo suavemente para no afectar nuestras balsas".
(Marinero primero José Baldomero)
El crucero ARA General Belgrano fue construido en el año 1938 en Nueva Jersey, Estados Unidos de América, con el nombre de USS Phoenix. Tenía 185 m de eslora (largo), 18 m de manga (ancho), 6,5 m de calado promedio (profundidad de la línea de flotación a la quilla) y desplazaba 13500 toneladas (Tn). Con una potencia en máquinas de 100000 Hp, poseía una autonomía de 7600 millas náuticas (Mn) a una velocidad de 15 nudos (Ns). Con alta potencia de fuego, el buque poseía cinco torres de tres cañones de 152 mm (6 pulg.) cada una, ocho cañones de 127 mm (5 pulg.) en sus bandas y artillería antiaérea de 40 y de 20 mm, además de un sistema de misiles antiaéreo Sea Cat.
Luego de estar destinado en la Base Naval de Filadelfia, en el año 1939 realizó un viaje inaugural de adiestramiento durante el cual tuvo la oportunidad de visitar el puerto de Buenos Aires. Ya a fines del año 1940, pasó a integrar la Fuerza del Pacífico de la Marina norteamericana, y se trasladó a la Base Naval de Pearl Harbor, donde sobrevivió al ataque de la aviación naval japonesa del 7 de diciembre de 1941; luego, tuvo una notable actuación durante la Segunda Guerra Mundial.
La República Argentina adquirió el Belgrano en el año 1951, y arribó a la Base Naval Puerto Belgrano el 5 de diciembre de dicho año. A partir de su incorporación a la Flota de Mar argentina, la unidad, a la que se le fueron realizando algunas modificaciones y modernizaciones, se mantuvo adiestrando y operando de manera eficaz.
El crucero ARA General Belgrano se incorpora a las operaciones el 28 de marzo de 1982 desde la Base Naval Puerto Belgrano. Gran parte de las unidades de la Flota de Mar ya habían partido con destino a las Islas Malvinas, a fin de ejecutar la Operación Rosario, consistente en la recuperación de dichas islas. No fue la suerte del crucero ARA General Belgrano que tuvo que posponer su partida pues se encontraba en reparaciones anuales.
Recién el viernes 16 de abril pudo zarpar y poner proa al sur, a órdenes de su Comandante, el Capitán de Navío Héctor Elías Bonzo, como parte de la Fuerza de Tareas 79, con 1093 tripulantes. La dotación estaba conformada por oficiales, suboficiales, cabos, marineros, conscriptos y dos civiles encargados de la cantina del buque, voluntarios en la misión. Constituía el Belgrano el Grupo de Tareas 79.3 (GT 79.3) y su misión principal originariamente establecía, entre otras tareas, efectuar una navegación costera hasta el Teatro de Operaciones (TOAS) y estacionarse en la Isla de los Estados; vigilar los accesos al sur del TOAS e interceptar unidades del enemigo, de acuerdo con las órdenes, y disuadir en el marco regional.
Luego de permanecer patrullando varios días en la zona asignada, el 22 de abril el Belgrano atracó en el muelle de combustible de Ushuaia, donde lo estaban esperando las cajas con vituallas, un lote de munición y la manguera de trasvase de reabastecimiento.
En la mañana del 24 de abril, el crucero dejó el muelle, último sitio argentino donde estuvo el buque. Cuatro días más tarde, se reunió al norte de la Isla de los Estados con los destructores ARA Piedrabuena y ARA Bouchard, así como con el buque petrolero de YPF Puerto Rosales, y se conformó de esta manera el nuevo Grupo de Tareas 79.3.
El crucero debía mantenerse en espera, fuera de la zona de exclusión, entre la Isla de los Estados y el banco Burdwood, pero en la tarde del sábado 1 de mayo se le ordenó al GT 79.3 que se ubicara más hacia al este, con la misión de desgastar a los buques del enemigo que operaran al sur de las Malvinas, empleando los misiles MM-38 Exocet que llevaban los dos destructores.
Por su parte, el crucero ARA General Belgrano debía rematar con sus cañones de 6 pulg. A los buques británicos dañados. Para entonces, las alternativas evaluadas por el Comandante y su Plana Mayor incluían la entrada a la denominada Zona de Exclusión Total (ZET), contacto táctico con los buques británicos, rechazo de posibles ataques aéreos y soportar posibles ataques de submarinos nucleares en la zona de operaciones.
Al inicio del día 2 de mayo, el Grupo de Tareas navegaba hacia el este a 14 Ns. Ambos destructores habían adoptado una formación flexible de patrullado, ubicándose a 5 Mn de distancia por el través del crucero y uno a cada banda de este. Horas más tarde, se recibió el mensaje por el cual se suspendía toda la operación y se le ordenaba al GT 79.3 mantenerse en un área de espera al sur de las Islas Malvinas.
Durante la mañana, las unidades adoptaron rumbo hacia el poniente a una velocidad constante de 10 Ns. Ambos destructores se ubicaron por la banda de estribor a unas 5000 u 8000 Ys del crucero.
Hundimiento del Belgrano
El submarino nuclear británico HMS Conqueror, bajo el comando del Capitán de Fragata Christofer Wreford-Brown, había zarpado el 4 de abril de su base en Faslane hacia el Atlántico Sur, ubicada al suroeste de Escocia. Llevaba a bordo un total de 32 torpedos entre en los MK24 Tigerfish filoguiados y Mk8-Mod.4 de corrida recta con una carga explosiva de 365 kg-Torpex.
Su primera misión, ordenada por el Comando Estratégico de Submarinos en Northwood, consistió en mantenerse en patrulla en proximidades de las islas Georgias del Sur a fin de localizar, interceptar y destruir al submarino ARA Santa Fe. Días después de haber sido recuperadas estas islas por parte de la Fuerza de Tareas británica, recibió la directiva de dirigirse hacia el oeste para localizar a los buques de superficie argentinos.
El 30 de abril, en un día claro de sol y con el mar más calmo que nunca, el HMS Conqueror ingresó a su nueva área de patrulla. Esa noche obtuvo contacto sonar de un grupo de buques que estaban navegando al sudoeste de las Islas Malvinas, a más de 200 millas de distancia, lejos de rutas comerciales. De inmediato, el Capitán Wreford- Brown ordenó acercarse hasta llegar al alcance visual e identificar los blancos detectados.
En la mañana del 1 de mayo, con un mar relativamente calmo y muy buena visibilidad, el Comandante del submarino nuclear pudo observar por periscopio cómo se reabastecían de combustible las unidades del Grupo de Tareas 79.3. A partir de ese momento, durante 30 horas y 450 Mn, el submarino continuó navegando en cercanía y en contacto permanente.
Una vez comunicado el contacto al Comandante de la Fuerza de Tareas británica, Almirante John Forster "Sandy" Woodward, este le ordenó al Conqueror hundir al Belgrano, lo que modificaría las reglas de empeñamiento a efectos de poder batir blancos argentinos fuera de las 200 Mn. Este mensaje fue interceptado por el alto mando de la flota de la Marina Real británica en el Reino Unido y, finalmente, la decisión de atacar y hundir al crucero ARA General Belgrano fue tomada personalmente por la primera ministra Margaret Thatcher, con la anuencia de su gabinete de guerra, pues consideró que la flota británica podría recibir un ataque en pinzas del Belgrano desde el sur y el 25 de Mayo desde el norte.
Alrededor de las 14:00, el Conqueror recibió la orden de hundir al crucero y, pocos minutos antes de las 16:00, habiendo alcanzado una distancia aproximada de 1400 Ys, el Capitán Wreford-Brown efectuó el lanzamiento de tres torpedos MK8 de corrida recta sobre la unidad de superficie, con un intervalo de tres segundos para cubrir probables errores en la determinación de los datos del blanco.
El Belgrano se encontraba navegando con un rumbo 290°, a unas 100 Mn al sureste de la Isla de los Estados, manteniendo una distancia de 35 a 40 Mn del borde sur de la zona de exclusión.
Mientras se estaba realizando el cambio de las guardias, el buque se sacudió violentamente debido a una poderosa explosión. Eran las 16:01 y el primer torpedo había hecho impacto en la banda de babor del crucero, a la altura del mamparo divisorio entre el compartimento de máquinas de popa y el sollado de la cuarta cubierta. Penetró en dirección ascendente, estalló con toda su potencia y arrasó cuatro cubiertas de acero.
La propulsión se detuvo, se cortaron la energía y la iluminación de la unidad debido a la abrupta detención de los generadores principales; la generación eléctrica de emergencia también quedó inutilizada, las comunicaciones internas quedaron interrumpidas y la tripulación, en ese momento, aún no se daba cuenta de lo que estaba sucediendo. El Capitán Bonzo había salido de su camarote y, luego de pasar por la central de comunicaciones, se dirigía al puente de comando cuando sintió que el buque se estremecía y crujía de una manera que nunca había sentido en ningún momento de su carrera.
Unos segundos más tarde, se produjo otra explosión en la proa de la nave y desprendió prácticamente 20 m de estructura. El tercer torpedo pasó junto al Belgrano e impactó contra el destructor ARA Bouchard, pero sin detonar. El buque se inclinó rápidamente a babor y el Comandante ordenó cubrir zafarrancho de siniestro, que es la organización que adopta el buque para contrarrestar los efectos negativos producidos, en este caso, por las explosiones de los torpedos. La tripulación comenzó entonces a dirigirse a alguna de las 72 balsas salvavidas de las estaciones de abandono asignadas.
Inmediatamente se pudo constatar que, si bien se encontraban disponibles únicamente los teléfonos autoexcitados con la central de control de averías, los puestos que tenían enlace con dicha central, distribuidos a lo largo de todo el buque, habían sido gravemente afectados por las explosiones y los daños eran muy importantes como para controlarlos con los medios disponibles en ese momento. De hecho, la explosión producida en el sector popel del crucero por el primer torpedo prácticamente no había dejado supervivientes y el comedor de la tripulación, ubicado en esa zona, había sido el área más afectada.
Una de las medidas inmediatas que se tomaron fue la apertura de todas las puertas estancas que daban a la cubierta principal, lo que permitió una evacuación más rápida desde las cubiertas bajas del buque. Las órdenes se daban mediante megáfonos de mano y se retransmitían lo más alto posible directamente a la voz, pues toda la red de parlantes del buque había quedado inactiva por las explosiones sufridas.
La central de comunicaciones, ubicada en la cubierta principal y por donde había estado minutos antes el mismo Comandante, inició el procedimiento para destruir toda la información clasificada con la que contaba el buque. Se embolsaron en bolsas lastradas las claves secretas y la documentación con alto grado de clasificación, y luego todo fue arrojado al mar.
Una cubierta más abajo, en el cuarto de radio y en la Central de Informaciones de Combate (CIC), los daños fueron variados: parte del personal sufrió heridas por la caída de tuberías y se dañó una parte de los tableros de información. El personal que se encontraba en dichos compartimentos logró salir a pesar de los daños estructurales y llegar a la cubierta principal.
El personal de sanidad corría por las cubiertas bajas revisando los camarotes para que no hubiera nadie malherido que pudiera quedar abandonado. En particular, los enfermeros comenzaron a recibir al personal que llegaba desde popa, bañados en petróleo, con quemaduras y asfixiados por el humo, quienes se acercaron como pudieron, a tientas en la oscuridad, para recibir sábanas y cubrecamas.
El humo era denso y costaba desplazarse; la visibilidad era casi nula, ya que solo las linternas portátiles brindaban luminosidad a quienes las podían llevar consigo, y el avance de las inundaciones era la principal amenaza.
Unos cuantos tripulantes llegaron a la cubierta sin abrigo y se les facilitó lo que se tuvo a mano, improvisándose una especie de ponchos a partir de las mantas de lana de las camas. Varios intentaron descender a las cubiertas inferiores para ayudar a sus compañeros; algunos volvieron cargando a los heridos al hombro, pero otros no regresaron y perdieron la vida en el intento.
Pasados diez minutos del primer impacto, el buque ya había alcanzado rápidamente los 10° de escora a babor y se estaba hundiendo con mayor incidencia de popa, debido a la gran entrada de agua de mar al hangar y a la sala de máquinas. Se realizaron esfuerzos extraordinarios para tratar de recuperar la estanqueidad de la unidad y evitar su naufragio.
La situación se tornaba a cada minuto más peligrosa y el sacrificio de la tripulación era inconmensurable, pero no bastaba.
Por el Almirante (RE) VGM Daniel Alberto Enrique Martin
CONTINUARÁ...
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